sábado, 22 de mayo de 2021

 

LIBERTAD PARA AMAR

En los silencios de la noche los recuerdos acuden como fantasmas y nos invaden la mente, queriendo

 llegar al corazón unas veces para llenarlo de alegría y otras para hacerle llorar. Miré el cuerpo de la

 mujer que yacía en el lecho, desnuda encima de las sabanas se podía apreciar su belleza y su piel

 blanca donde las estrellas jugaban con su resplandor. Nunca olvidaría el día que la conocí, Eva, nunca

 olvidaría el despertar de una bisexualidad que creía dormida y nunca olvidaría la lucha tan encarnizada

 y todos los desgarros de nuestros corazones que dejamos en nuestro camino para conseguir lo que hoy

 teníamos, nuestro amor y estar juntas hasta que nuestro Dios viniera a  por nosotras y ojala que sea a la

 misma hora. Miré hacia el cielo y recordé aquel día…

 “Estábamos  reunidos toda la jerarquía de una de las empresas más emblemáticas e importantes a nivel

 internacional. Empresa también muy arraigada en las altas esferas religiosas. Éramos un grupo de una

 quince personas, la mayoría matrimonios a excepción de dos hombres y una mujer que estaban sin

 parejas.

  Las ganancias habían sido cuantiosas y la empresa además de un incentivo muy sustanciosa nos había

 agasajado con una gran fiesta en uno de los hoteles más lujosos. Teníamos para nosotros todo un salón

 donde las mesas estaban adornadas con gran lujo y al fondo del mismo un pequeño escenario  donde se

 veía instrumentos musicales y un altavoz en el centro. Los hombres, quizás sabiendo lo que iba a pasar

 a continuación, decidieron que las mujeres nos sentáramos aparte de ellos. Todas vestían con trajes

 elegantísimos y muy recatados yo tendría que destacar, llevaba unos pantalones ajustados, muy caros

 por cierto, unos zapatos de aguja con un cordoncito  de oro en uno de mis tobillos, mi camisa, de una

 especie de seda, se ajustaba a mis erguidos pechos ,

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 mi pelo corto y ensortijado. Tenía puesto dos pirsin, uno en la nariz,  un brillante pequeño, otro en la

 oreja, un pequeño aro de oro blanco. Mi amiga Estefanía, la mujer de uno de los socios; por cierto una

 excelente persona se había echado a reír al verme,

.-Lucia, eres terrible, te van a criticar.    

.-Tú sabes que a mis ciertas críticas no es algo que me preocupe, es más hasta disfruto con ellas, porque

 eso significa que me envidian.

  Ahora sentadas en aquella mesa hablábamos animadamente de moda, de deportivos, de joyas…. Ni

 siquiera nos dimos cuenta de que estaban tocando una sensual canción. De pronto el escenario adquirió

 una luminosidad tenue y en medio de el apareció una mujer que tuvo que cortar la respiración no solo a

 los del género masculino, también a nosotras, de género femenino. Tenía unas perfectas curvas,

 acentuadas por un vestido que se le pegaba a la piel. Una abertura en la parte izquierda que dejaba

 parte de unas hermosas y perfectas piernas, el vestido tenía una abertura desde el cuello a la cintura,

 dejando visualizar la mitad de unos bellos pechos. Su melena, pelirroja le caía por la espalda, qué decir

 de su boca y de sus ojos. Empezó a moverse de una forma que parecía como  esas aguas del mar

 cuando lleguen a las orillas. Se bajo del escenario y tendió la mano al marido de Estefanía y le hizo

 subir con ella al tablado. Aquella mujer rozaba suavemente su cuerpo y sus manos acariciaban el

 cuerpo del marido de mi amiga. Todo ello vitoreado por el resto de los maridos  incluyendo al mío. En

 nuestra mesa se hizo un frio silencio no así en la de ellos que era un jolgorio. Y claro había empezado

 por el  marido de mi amiga pero empezaron a desfilar el resto, entre ellos el mío.


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.-Muy bien –dije levantándome de la mesa-yo no sé vosotras pero esto no se va a quedar así, porque

 nuestra querida empresa ha tenido un detalle maravilloso con  sus socios pero no ha tenido en cuenta a

 las mujeres de sus socios.

  Diciendo estas palabras me levanté de la mesa y me dirigí a la mesa de los caballeros llegando justo a

 tiempo cuando ella extendía su mano para coger la de uno de ellos adelanté yo la mía y le cogí la suya.

 Ella me miro con gesto de sorpresa y luego esbozó una bonita sonrisa y me hizo subir al escenario. 

  Nuestros movimientos era tan felinos como los de las tigresas, dos cuerpo de mujeres enlazados cuyas

 mayos se perdían por los rincones ocultos donde yacían los placeres prohibidos Ni siquiera fui

 consciente de que hasta los músicos habían dejado de tocar sus instrumentos y no perdían ni uno de

 nuestros movimientos.  Antes de que mi marido pudiera reaccionar, ella beso suavemente mis labios y

 me susurró: 

.-Mi nombre es Eva, búscame. Pregunta mi teléfono al director del hotel.

Me bajé del escenario, sentía como mi sangre ardía de nuevo  por una mujer.  Cuando iba a regresar a la

 mesa, mi marido me sujetó por el brazo y me abofeteó.”

  Sabía que este recuerdo lo tendría  el resto de mi existencia, como también  que me seguiría haciendo

 estas preguntas:                                                                                              

  ¿Era yo culpable por haber nacido con ese condición de ser?¿Quién tenía derecho a juzgarme? ¿Tenía

 que ser yo una desgraciada por pautas marcadas por una sociedad que dejaba mucho que desear y una 

Iglesia que interpretaba como Ella consideraba?  Lo cierto es que nunca me imaginé, cuando

 aquella noche me levanté crispada de la mesa y sujeté la mano de Eva, que sucedería lo que sucedió,

 pero jamás me arrepentiré.

Que sea el  cielo quien me juzgue que es quien me hizo así.

                                                                  F I N

M. Carmen Artaloytía Lázaro

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